Un capitolio de ángeles
construiré sin miedos
borracho de asunciones
con el fuego santo
de tus pequeñas manos,
y en la trémula caída
de tus azulados párpados
un jardín marino
de nenúfares plateados.
La voraz simbiosis
de mis oscuros pies,
gobiernan la precoz entelequia
de tu sombra manceba,
y huyen como veloces rayos
peregrinando a tu ocaso.
Mientras, como gaviotas
colonizando el océano,
mis dedos sobrevuelan
los rostros de tu espalda.
Mis litúrgicos pecados,
han sido siempre,
concebirte en una estrella,
devorarte las ansias,
como si tu eco fuera una de ellas,
danzar nefasto en ropas
por entre los pliegues de tu aura,
cuan violenta mariposa
burbujeando en el viento,
el punto ciego de tu mantra.
Andas,
vertiginosa, en las olas del tiempo,
avispa del prematuro caos,
de este nuevo delirio tuerto.
Tus salvajes emociones,
son como perlas infinitas,
embelleciendo en coral
la psiquis de tus lágrimas.
No te buscaré más en aquel umbral,
ni en la indómita puerta
de los cielos pretéritos.
Te extraño.